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  1. Poema de la culpa. Yo la amé, y era de otro, que también la quería. Perdónala Señor, porque la culpa es mía. Después de haber besado sus cabellos de trigo, nada importa la culpa, pues no importa el castigo. Fue un pecado quererla, Señor, y, sin embargo. mis labios están dulces por ese amor amargo.

  2. Poema de la culpa. [Poema - Texto completo.] José Ángel Buesa. Yo la amé, y era de otro, que también la quería. Perdónala, Señor, porque la culpa es mía. Después de haber besado sus cabellos de trigo, nada importa la culpa, pues no importa el castigo. Fue un pecado quererla, Señor, y sin embargo.

  3. POEMA DE LA CULPA. Yo la amé, y era de otro, que también la quería. Perdónala Señor, porque la culpa es mía. Después de haber besado sus cabellos de trigo, nada importa la culpa, pues no importa el castigo. Fue un pecado quererla, Señor, y, sin embargo. mis labios están dulces por ese amor amargo.

  4. Poema de la culpa. Yo la amé, y era de otro, que también la quería. Perdónala Señor, porque la culpa es mía. Después de haber besado sus cabellos de trigo, nada importa la culpa, pues no importa el castigo. Fue un pecado quererla, Señor, y, sin embargo. mis labios están dulces por ese amor amargo.

  5. Poema de la culpa. Yo la amé, y era de otro, que también la quería. Perdónala Señor, porque la culpa es mía. Después de haber besado sus cabellos de trigo, nada importa la culpa, pues no importa el castigo. Fue un pecado quererla, Señor, y, sin embargo. mis labios están dulces por ese amor amargo.

  6. Acompañe la lectura del poema en audio. Una serie compuesta por tres poemas que dialogan entre sí, el primero fue publicado en la obra Oasis, de 1943. Poema de la culpa. Yo la amé, y era de otro, que también la quería. 1. Perdónala Señor, porque la culpa es mía. 2. Después de haber besado sus cabellos de trigo, 3.

  7. Buesa Poema de la culpa. Yo la amé, y era de otro, que también la quería. Perdónala Señor, porque la culpa es mía. Después de haber besado sus cabellos de trigo, nada importa la culpa, pues no importa el castigo. Fue un pecado quererla, Señor, y, sin embargo. mis labios están dulces por ese amor amargo. Ella fué como un agua callada que corría ...