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  1. 17 de ene. de 2018 · El dilema schmittiano cobra vida y ritmo en los regímenes totalitarios. El criterio amigo-enemigo exige el enfrentamiento permanente y el uso de la violencia hasta que se derrote al rival. No se plantea el reconocimiento del otro y si ocurre es como parte de una estrategia de largo aliento.

  2. En el criterio amigo-enemigo, Schmitt reconoce implícitamente que la construcción del enemigo es fundamental para la reproducción histórica, cultural y moral del amigo y de su sentido peculiar del mundo, del centro, del conocimiento, del poder.

  3. antagonismo y el paso al agonismo. Para esto debemos iniciar reflexionando a Schmitt (2002), quien identifica la política, como la esfera de la relación amigo/enemigo. La política es para Schmitt un ámbito intenso donde se desarrolla el conflicto, que lleva a los hombres a crear bandos opuestos.

  4. Se trata más bien de volver a concebir el antagonismo en el horizonte indiscutido de la democracia. En términos de Mouffe, consistiría en "convertir el antagonismo en agonismo".

  5. El disenso se puede dar mediante el antagonismo amigo-enemigo, cuando se trata al oponente como enemigo –en el extremo llevaría a una guerra civil– o a través de lo que llamo agonismo: un adversario reconoce la legitimidad del oponente y el conflicto se conduce a través de las instituciones.

  6. Si lo político, así entendido, pertenece a nuestra condición ontológica, habremos de reconocer su carácter inerradicable. Sin embargo, es posible “domesticar” el antagonismo de la relación amigo / enemigo y reducir-lo a una forma que no destruya la asociación política.

  7. El disenso se puede dar mediante el antagonismo amigo-enemigo, cuando se trata al oponente como enemigo –en el extremo llevaría a una guerra civil– o a través de lo que llamo agonismo: un adversario reconoce la legitimidad del oponente y el conflicto se conduce a través de las instituciones.